Hoy vengo a hablaros de Mi madre era una mujer hermosa, la autobiografía publicada por Glénat con forma de novela gráfica de la surafricana Karlien de Villiers, donde nos explica los dramas de su infancia en un relato protagonizado por sus padres, su hermana mayor y ella misma. La historia parece más un álbum de recuerdos que un relato con un orden y una continuidad.
A través de las viñetas conocemos a su madre, que fue modelo antes de casarse; a su padre, que no pudo evitar que la familia acabara separándose; y a Ana, la segunda esposa del padre, quien deja claro des del inicio que no tiene intención de cargar con las niñas. Karlien de Viviers nos cuenta sin escrúpulos las miserias de sus seres queridos.
Así pues, nos explica cómo se salvaba del fuerte adoctrinamiento católico que recibía gracias a sus constantes preguntas. Explica también como su padre, una persona irascible y autoritaria, deja de ser un modelo a seguir para ella y, por tanto, como todas sus referencias le vienen por parte de la madre. Explica también sus recuerdos de niña de los disturbios callejeros de los años 80, la enfermedad de su madre y el desmoronamiento de su familia que le hará gestar un rencor del que ya nunca se podrá librar.
La novela te deja con la sensación de que le falta algo, de que la historia podría dar mucho más de sí. Este cómic prometía mucho, pues narra una historia autobiográfica muy interesante desarrollada en el momento histórico del inicio del fin del apartheid. Los colores tan vivos chocan con los momentos de dramatismo, restándoles intensidad, y las caras de los personajes resultan tan poco expresivas por el estilo de dibujo usado que parece que no tengan sentimientos. Además, la circunstancia histórica, que podría haber dado mucho jugo a la historia, pierde importancia y se desvanece. Se echa en falta que la autora no haya desarrollado muchas de las opciones que sólo se perfilan, lo que deja una sensación agridulce ante un cómic que podría haber llegar a ser mucha más interesante.