Era cuestión de tiempo que Seth MacFarlane, creador de las exitosas series Padre de familia, American Dad y El Show de Cleveland, diera el salto a la gran pantalla. Y, sorprendentemente, no lo ha hecho con un film de animación, sino con una película de actores reales en la que el único personaje de animación es el osito de peluche que da nombre al film: Ted.
MacFarlane (productor, director, guionista y doblador) ha llevado todo su humor crudo e inapropiado a la historia de Ted, un oso de peluche que cobra vida por arte de magia cuando un niño pide un deseo a una estrella. La historia empieza casi como si se tratara de una fábula de Disney, que contrasta con la realidad cuando el osito y el niño crecen. Ted se convierte en una celebridad olvidada, desempleado, cínico, malhablado, fumador de marihuana y hachís y vividor problemático (me recuerda a Bender, el robot de Futurama). John (Mark Wahlberg), quien parece que no se da cuenta de que no tiene la excusa de ser un peluche para poder permitirse este estilo de vida, ha logrado muy poco en la vida, por lo que su novia, Lori (Mila Kunis), le da un ultimátum: “o él o yo”.
El resultado es una película a medio camino entre una comedia de desastres adultos al estilo de Resacón en las Vegas y una comedia romántica típicamente edulcorada. Pero tiene algunos detalles que la hacen especial. La película está llena de comentarios y guiños que homenajean y se burlan a partes iguales de la cultura pop de nuestra actualidad y de los ochenta. No es una película apta para aquellos que se ofenden con facilidad ni para niños (por mucho que el protagonista sea un peluche, su actitud no es nada infantil). La película está bien conseguida y el oso de peluche parlante resulta creíble. Aunque no es una película especialmente memorable, entretiene, distrae y transmite un sinfín de emociones.