Aunque con el calor que hace no lo parezca, ya es octubre. Me gusta este mes que me hace pensar en la caída de las hojas, la lluvia y los primeros chocolates calientes de la temporada, pero sin aún ese frío que nos vuelve más perezosos por las mañanas. Como a cada inicio de mes, traigo una lista de libros por leer:
1. Momentos de inadvertida felicidad, de Francesco Piccolo
Estás en la cola del supermercado, o parado en medio de un atasco, o esperas a que tu novia salga del probador de una tienda de ropa, en fin, que estás algo distraído, cuando, de repente, la realidad que te rodea parece confluir hacia un único punto y hace que éste resplandezca. Y entonces te das cuenta de que acabas de encontrarte con uno de esos momentos de inadvertida felicidad. A medio camino entre Me acuerdo de Perec y las implacables leyes de Murphy, Francesco Piccolo pone al desnudo con despiadado sentido del humor los placeres más inconfesables, los tics, las debilidades con las que todos, tarde o temprano, hemos de bregar. Porque sólo reduciendo a añicos la realidad se logra atrapar por la cola –siquiera un instante– el sentido más profundo de la vida.
2. Necrópolis, de Boris Pahor
Campo de concentración de Natzweiler-Struthof sobre los Vosgos. El hombre que acaba de llegar junto a un grupo de turistas no es un visitante cualquiera: es un ex deportado que regresa al lugar de su encierro. De pronto, frente al barracón y el alambre de espino transformados ahora en museo, afloran los recuerdos. Regresan el hambre y el frío, los golpes y los insultos, la profunda pena por cuantos no sobrevivieron. Las vicisitudes que hablan de un horror que no se puede explicar, pero que va unido a la solidaridad entre prisioneros, a una humanidad nunca del todo derrotada. Un libro autobiográfico intenso y escalofriante, un testimonio de la atrocidad de los campos de concentración nazis, pero también un emocionante documento sobre la capacidad de resistencia y la generosidad del individuo.
3. El devorador de hombres, de Horacio Quiroga
Las novelas cortas que Horacio Quiroga publicó con seudónimo entre 1908 y 1913 se han visto eclipsadas durante un siglo por su justo reconocimiento como maestro del relato. Al margen de la cuestión de género, estas seis narraciones atesoran todo el poder imaginativo y la destreza literaria de un escritor imprescindible. Son historias fieles a su universo argumental: la aventura, el mundo salvaje, las pulsiones humanas, las fronteras de lo natural o la venganza como reacción contra la injusticia. Luis Alberto de Cuenca afirma en el prólogo que este volumen se edita «a mayor gloria de quienes vemos en Quiroga una reencarnación hispánica del mismísimo Edgar Allan Poe».
4. El héroe discreto, de Mario Vargas Llosa
El héroe discreto narra la historia paralela de dos personajes: el ordenado y entrañable Felícito Yanaqué, un pequeño empresario de Piura, que es extorsionado; y de Ismael Carrera, un exitoso hombre de negocios, dueño de una aseguradora en Lima, quien urde una sorpresiva venganza contra sus dos hijos holgazanes que quisieron verlo muerto.
Ambos personajes son, a su modo, discretos rebeldes que intentan hacerse cargo de sus propios destinos, pues tanto Ismael como Felícito le echan un pulso al curso de los acontecimientos. Mientras Ismael desafía todas las convenciones de su clase, Felícito se aferra a unas pocas máximas para sentar cara al chantaje. No son justicieros, pero están por encima de las mezquindades de su entorno para vivir según sus ideales y deseos.
5. El club de lectura del final de tu vida, de Will Schwalbe
Mary Anne Schwalbe está esperando el tratamiento para la quimioterapia cuando Will le pregunta qué está leyendo. Esta conversación no tarda en convertirse en tradición: al cabo de poco leen los mismos libros para tener algo de qué hablar en la sala de espera del hospital. Los que escogen van de lo clásico a lo popular, de lo fantástico a lo espiritual, y en sus conversaciones íntimas e inquisitivas percibimos su pasión por la lectura y su amor mutuo.
6. El pequeño guardia rojo, de Wenguang Huang
7. El sueño de Alicia, de Eduard Punset
Alicia –«verdad», en griego– es el personaje inseparable de Eduardo Punset en esta historia apasionante sobre la vida y la ciencia que reúne el legado científico y humanístico de personas sabias con la osadía de romper barreras y desvelar conocimientos que creíamos imposibles. Conocimientos que logran sumergirnos en la arqueología de las emociones e iluminar habitaciones secretas de nuestra mente.
Ésta es una obra llena de respuestas y de preguntas abiertas. Es también una apuesta de esperanza y de futuro, avalada por los últimos descubrimientos científicos, que Eduardo Punset nos hace llegar a través de un «sueño» donde a menudo ficción y realidad se dan la mano.
8. La chica de Nueva Inglaterra, de Sherwood Anderson
Los trece relatos que componen este libro, en su mayor parte inéditos en castellano y extraídos de la obra El triunfo del huevo (1921), nos muestran lo mejor de la narrativa de Sherwood Anderson: expresa sentimientos complejos con un estilo sencillo y se rebela contra el conformismo social. Sus historias están llenas de ternura por los personajes descritos, que parecen extraviados en la violencia de la industrialización americana.
Esta obra es similar en muchos aspectos a su libro más conocido, Winesburg, Ohio, sobre todo por su manera de dar voz a los que no la tienen, a esas almas desconcertadas que deambulan por sus páginas de manera fugaz pero conmovedora.
Nada escapa a su visión compasiva de la humanidad y siente especial interés por las clases más desfavorecidas: mujeres, negros y pieles rojas, quienes «aunque hoy hayan prácticamente desaparecido, aún siguen siendo dueños del continente americano… porque en aquellos tiempos ellos amaban la tierra».
9. Lo que encontré bajo el sofá, de Eloy Moreno
¿Qué ocurre al mover un sofá? ¿Y al mover una vida?
Quizás encuentres objetos -o personas- que ya habías olvidado, un calcetín que se quedó sin pareja o una pareja a la espera, esquirlas de otra vida… o uno de esos secretos que te obliga a pronunciar la frase que lo cambia todo: «tenemos que hablar»
¿Y si movemos una sociedad?
Entonces uno se da cuenta de que vive en un lugar con demasiados gusanos para tan poca manzana. Pero también un lugar donde, al observarnos, descubrimos que somos los primeros en hacer aquello que tanto criticamos.
10. La habitación oscura, de Isaac Rosa
Un grupo de jóvenes decide construir una «habitación oscura»: un lugar cerrado donde nunca entra la luz. Al principio la utilizan para experimentar nuevas formas de relacionarse, para practicar sexo anónimo sin consecuencias, por una mezcla de juego y transgresión. A medida que van enfrentándose a la madurez con sus decisiones, desengaños y reveses, la oscuridad se convierte para ellos en una forma de alivio.
Con el paso del tiempo, la incertidumbre social y la vulnerabilidad personal se instalan en sus vidas y la habitación oscura aparece entonces como un refugio. La realidad se va filtrando cada vez más al interior, mientras algunos piensan que no son tiempos de esconderse sino de contraatacar, aunque con sus decisiones pongan en riesgo al resto del grupo.