El hobbit: la desolación de Smaug, de Peter Jackson

El hobbit. La desolación de SmaugHacía ya un año que no viajábamos a la Tierra Media de la mano de Peter Jackson y realmente apetecía ver cómo continuaba la aventura del hobbit, los trece enanos y el mago gris. Por fin han llegado las fiestas navideñas y, con ellas, podemos acudir a la gran pantalla a ver El hobbit: la desolación de Smaug.

Pensaba que esta entrega sería floja y se alargaría como un chicle porque, al fin y al cabo, la historia que se cuenta en El hobbit es breve y no da, ni de lejos, para tres películas. Pero los guionistas han sido hábiles y han añadido nuevas tramas y personajes que no desentonan con el ambiente del cuento y ayudan a dar la sensación de que la historia avanza. Consigue poner el drama en marcha desde el inicio y mantenernos en vilo incluso cuando la película termina, dejándonos con ganas de que el 2014 pase rápido y podamos ver ya la tercera entrega.

Bilbo Baggins (Martin Freeman) prosigue su aventura junto a trece Enanos, liderados por Thorin Escudo de Roble (Richard Armitage), para recuperar la Montaña Solitaria y el Reino de Erebor. Después de haber conseguido llegar a avistar la Montaña, aún les queda camino por recorrer: se toparán con un cambiador de piel, con una colonia de arañas gigantes, con orcos y con elfos, hasta llegar a la Ciudad del Lago, desde donde partirán para finalmente, encontrarse con el dragón Smaug. Los obstáculos y las aventuras se interponen dándole ritmo al film. Gandalf (Ian McKellen), como viene siendo habitual, se separa del grupo para cuidarlos desde lejos librando sus propias batallas.

Los personajes ganan en esta película, respecto a la anterior. Vemos la evolución de Bilbo, quien como a poco va encontrando en sí mismo valor y seguridad, a la vez que se empieza a oler la corrupción de Thorin. Los enanos ganan personalidad y, al acabar la película somos capaces de diferenciar a un par o tres de ellos (todo un logro respecto a la anterior película).

Hay en la película una clara intención de enlazar El hobbit con la trilogía de El Señor de los Anillos. Ya se olía en la anterior película, en la que veíamos a Frodo en la fiesta de cumpleaños de Bilbo, a Gandalf y a Galadriel preocupados por una oscuridad creciente… En esta película el enlace es  obvio: vemos el ojo de Sauron, el ejército creciente de orcos, Bilbo empieza a ser rastreado cuando se pone el anillo,… ¡incluso vemos a Legolas hablando con el padre de Gimli!

El dragón está muy bien conseguido y los añadidos no chirrían, lo que es de agradecer. La elfa Tauriel (Evangeline Lilly) no aporta en sí nada interesante, pero sirve de motor para lograr cambios interesantes en otros personajes como Legolas (Orlando Bloom) o el enano Kili (Aidan Turner). Tampoco sabemos muy bien cuál es la función de Legolas en la historia, aparte de dar saltitos gráciles como una mariposa no hace mucho más, pero nos alegramos de verle. Tal y como ocurría en la anterior entrega, tenemos la sensación de reencontrarnos con viejos amigos, y eso es bueno.

El final no es, ni de lejos, un final, por lo que no me arriesgo a la hora de valorar la película. Habrá que ver la siguiente para valorar el conjunto. De momento puedo decir que, con esta parte, lo he pasado bien.

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