Ondina, de Benjamin Lacombe

OndinaTodos que llevéis un tiempo leyendome conoceréis mi absoluta admiración por las ilustraciones de Benjamin Lacombe. Su estilo oscuro pero tierno, melancólico y lleno de vida a la vez enamora a niños y grandes. Ya os hablé en otra ocasión de Cuentos macabros y de El herbario de las hadas. Hoy toca hablar de Ondina, que, como los dos otros álbumes, lo edita Edelvives.
A  penas tiene cuarenta páginas, pero en Ondina te puedes perder durante horas. Claro que también puedes leerla en un ratito, pero es uno de esos libros de los que puedes disfrutar con todos los sentidos. Y para ello hay que tocarlo, olerlo, leerlo, saborearlo, observar las ilustraciones y sus detalles, apreciar las texturas… Dejarse seducir.
Esta vez la historia la ha escrito el mismo Benjamin Lacombe. Entre el cuento y la leyenda, el verdadero protagonista de esta historia es el amor trágico. Vemos la historia de Ondina, una traviesa hada del agua, que tras encontrarse con el príncipe Hans, se enamora perdidamente. La belleza, la alegría, la ternura y el romanticismo reinan en esta fantasía. Ambos parten hacia el castillo de Hans para compartir una vida feliz. Pero pronto las desgracias ocurrirán cuando Úrsula, otra chica enamorada del príncipe Hans, celosa, ponga en peligro la felicidad de los enamorados. El texto es melodioso, hermoso, íntimo e invita a soñar.
Las ilustraciones son preciosas, geniales, magníficas. Lo más destacable son los ojos expresivos, grandes, saltones, hermosos de todos los personajes, y el cabello de Ondina, pelirrojo, larguísimo, con vida propia. Los cabellos de Ondina atrapan a Hans, pero también a nosotros. El juego de transparencias que se consigue con el papel vegetal es muy interesante y nos recuerda en todo momento que Ondina es un ser del agua, a la vez que crea un ambiente cargado de niebla.
La edición del libro es preciosa, muy cuidada, en formato grande y con tapa dura. Es una joya, de aquellas que tratamos con infinito cuidado por temor a estropearlo. Acompaña a la perfección el estilo sensual y dulce a la par que siniestro del ilustrador francés. No es la típica historia infantil, no es un libro de aventuras, y tampoco tiene el final feliz al que nos ha acostumbrado Disney. Para crear este cuento, Lacombe se ha inspirado en el cuento de Friedich de la Motte- Fouquè y la obra teatral de Jean Giraudoux. El resultado es magnífico: no sólo consigue emocionar, sino que te hace acariciar cada página con  delicadeza.

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