La infancia suicida de Verónica Qué, de Andrea Aguirre

La infancia suicida de Verónica QuéHe de reconocer que la poesía me genera desconfianza. Demasiadas veces me he cruzado con supuestos poetas que se dedican a poner sin más palabras bonitas una a lado de la otra de forma absolutamente previsible, sin imaginación ninguna. La poesía debe explorar en los límites del lenguaje, de los sentimientos, de la vida y la muerte y debe inducir a la reflexión.

Afortunadamente, éste último es el caso de La infancia suicida de Verónica Qué, de la argentina Andrea Aguirre, que publica la editorial Ártese quien pueda. Los versos de este libro generan inquietud, miedo incluso.

Verónica es el alter ego de Andrea, es la parte oscura de su “yo”. El libro es una conversación entre las dos partes de Andrea. Está escrito como un diario que recorre, de forma desordenada, una experiencia vital. Los días avanzan y retroceden. Los temas cambian y vuelven. En la vida hay cosas que parece que se repiten una y otra vez, mediante el recuerdo o el tropezar con la misma piedra. Son las cicatrices, que dejan una marca del pasado en el presente, las que nos devuelven a épocas pretéritas. Emociones, sensaciones y oscuridades forman este libro. El trauma de descubrir que la vida no es fácil y el crecimiento que esto supone son los temas que subyacen a lo largo de la obra.

Si nos fijamos en la estructura, veremos que el libro se divide en diferentes partes, de las cuales, sólo la última, “Resurrección”, tiene título. No obstante, todas ellas vienen introducidos por versos de la también argentina Alejandra Pizarnik. En cada una de estas partes los poemas deben leerse de dos en dos: primero veremos aquellos que, escritos en prosa, forman parte de de una bitácora, seguidos siempre de un poema en verso que se contrapone de alguna manera, dando respuesta a las cuestiones del primero.

El libro está centrado en una infancia oscura. Somos conscientes de que ésta no es una visión total, y esto nos lo recuerda con la última parte, llamada “Resurrección”, con la que hace un claroscuro. El libro es un intento de sacar la oscuridad a la luz, como un exorcismo, de recordarnos que la infancia no siempre es ese momento de nuestra vida lleno de luz y vacío de preocupaciones: siempre hay un poco de todo.

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