Un profesor mío –ahora mismo no recuerdo cuál – dijo una vez que un buen libro tiene que estar escrito de tal forma que, por mucho tiempo que haya pasado de su lectura, seas capaz de reconocerlo con tan sólo leer la primera frase o, a todo estirar, el primer párrafo. Como ejemplo leyó la primera frase de este libro y – creo – no llegó nunca a decirnos de qué libro hablaba, o quizás lo dijo al final, por lo que pude comprobar que tenía razón. El libro del que vengo a hablar hoy creo que es de estos. Empieza de una forma inolvidable: “La muy turra era otra. Otra. Cuando me desperté ya era otra”. Pero no sólo esto. Creo que este autor tiene una forma tan especial de escribir que podría reconocer cualquier párrafo de este libro.
Estoy hablando del argentino Esteban Quirós y el libro es Negro sobre blanco, que lo publica la editorial Ártese quien pueda.
El protagonista nos narra en primera persona una historia verdaderamente extraña. Y es que un día se levanta y descubre que su mujer ya no es la misma. Pero no es que haya cambiado de actitud o que ya no se quieran ni nada así. Es otra: otra cara, otro pelo, otro cuerpo, otros ojos. Sin embargo, ella actúa como siempre, como si no supiera que es otra. ¿Qué ha ocurrido con su mujer? ¿Dónde está? ¿Quién puede ayudarlo? ¿Se estará volviendo loco?
Con el descubrimiento empieza el derrumbe de la vida del protagonista, que intentará solucionar el problema visitando a su psicoanalista, Maidana, quien no le cree e insiste en que el problema es suyo y en que debe “poner negro sobre blanco”. Y leer a Kafka.
El diálogo con los referentes está presente a lo largo del libro. Se reconoce fácilmente La metamorfosis de Kafka; a Jorge Luis Borges y Apocalypse Now, de Coppola. También, por lo visto, hay un diálogo lleno de referencias con Bioy Casares y El sueño de los héroes, pero como no lo he leído no lo he podido disfrutar. Me lo apunto a mi lista de pendientes, aunque la historia se puede disfrutar de todas formas, conozcamos o no todas estas referencias.
Lo interesante del libro es su vertiente psicológica y su reflexión acerca de la vida en pareja, las relaciones humanas, y sobre la cotidianidad, la seguridad que esta nos da y el derrumbe que se nos viene encima cuando ésta falta. Cuando Esteban Quirós escribió este libro tenía veintidós años y, la verdad, nadie lo diría, pues a todas luces estamos ante una novela muy buena, completa, reflexiva y trabajada, aunque a veces con un ritmo desesperantemente lento que, por otro lado, consigue transmitir perfectamente la sensación progresiva de ahogo que experimenta el protagonista.