Estos días me ha tocado hacer de canguro de la pequeña de la familia, a la que me llevé al cine. Entre las películas de la cartelera ella eligió Rio 2. No he visto la primera parte, así que no voy a comparar. Por lo que he leído va de un guacamayo azul domesticado que es el último macho de su especie y que hay que emparejar con la última hembra para asegurar la continuidad de la especie. En esta segunda parte, los dos guacamayos descubren que puede que haya más de su especie en el Amazonas y comienza un viaje junto con sus 3 hijos y algunos amigos en búsqueda de los demás.
Él es Blu y ella es Perla. Él es una pájaro domesticado, patoso y acostumbrado a la comodidad y a la tecnología. Ella es salvaje, decidida y aún recuerda su vida en la selva y a su familia con melancolía. Además, está preocupada por el hecho de que sus hijos crezcan en un ambiente tan antinatural como el de la ciudad. Así que, cuando en la tele se insinúa la posibilidad de que una colonia de guacamayos azules siga sobreviviendo en el Amazonas, no para hasta que consigue emprender el viaje. Allí es donde ambos se encontrarán al padre de la novia, al que ella daba por muerto. Blu tendrá problemas por encajar y su suegro no se lo pondrá fácil. Es muy divertido ver al pájaro peleándose con el GPS que lleva en su riñonera o blandiendo una navaja suiza para defenderse. Pero en la selva estas cosas son poco útiles y tendrá que aprender a usar el pico, las alas y el sentido común para sobrevivir.
Hay otros animales graciosos, como la malvada cacatúa que quiere ser una estrella y que busca la venganza por algo que ocurrió en la anterior entrega. También es graciosa la rana venenosa enamorada de la cacatúa, pero que no puede tocarla por el peligro mortal que ello conlleva.
La verdad es que no es una película demasiado imaginativa. Simplemente mezcla la preocupación por la maltratada naturaleza que hay en muchas películas infantiles con el argumento de películas de humor como Los padres de ella. De hecho, no sé si es cosa mía, pero me da la sensación que el guacamayo suegro se parece un poco a Robert De Niro. Por otro lado, estamos ante una película visualmente espectacular, con mucho color y números musicales con coreografías caleidoscópicas y el Carnaval brasileño de fondo. Energía y vitalidad son los ingredientes principales de la película.
La película pinta bastante divertida, y a menudo lo consigue, pero también decepciona. La música, el ritmo y el color no consiguen enmascarar una película demasiado vuelve rutinaria y previsible.