Creo que todos tenemos un punto sádico o morboso que a menudo se disfraza de curiosidad y que nos lleva a disfrutar de ciertas cosas de las que a priori no está bien disfrutar. En la ficción nos encontramos con muchos ejemplos de ello: los asesinos en serie, las guerras más sangrientas y las ejecuciones más atroces se nos muestran para nuestro regocijo sin perder popularidad en películas, series y literatura. Desde Jack el Destripador hasta Dexter, los psicópatas despiertan nuestra repulsión a la vez que nos atrae su libertad y su falta de escrúpulos.
Digo todo esto porque hoy voy a hablaros de un libro que me pedía cerrarlo cada dos por tres, pero que a la vez me mantenía enganchada. Es una pesadilla con un ritmo trepidante, tan cruel como divertida. El libro es La vida puerca, lo edita Libros de la Vorágine, y lo ha escrito Héctor Sánchez Minguillán. Tengo que darle las gracias a Héctor, quien se puso en contacto conmigo para ofrecerme este libro. Vaya rato me ha hecho pasar.
Primitivo Dátolo es quién nos empieza a contar la historia. Resulta que nuestro narrador se encuentra hojeando las escasas ofertas de trabajo cuando se encuentra con una jugosa oferta: un escritor busca un escribiente al que dictar su libro. Primitivo, aunque se defiende, no es un hacha con el teclado, pero aún así se pone en contacto con el anunciante y queda con él en un bar. Se encuentra con Ledesma Peris, un capullo en toda regla, excéntrico, vanidoso e inquietante, pero con mucho dinero. El tal Ledesma le propone viajar a China para escribir una biografía. El dinero y la promesa de una experiencia única convencen a nuestro amigo para emprender el viaje a pesar de no tenerlas todas con el extraño escritor. Poco puede imaginar que cuando Ledesma Peris entra en la vida de uno lo envuelve con sumo cuidado en una tela de araña de la que resulta imposible escapar sin perderlo todo.
No quiero destripar mucho más, solamente quiero decir que Primitivo Dátolo no es la única víctima del imparable psicópata. Cada capítulo del libro nos cuenta la experiencia de primera mano de cada uno de los ingenuos que se dejaron atrapar por Ledesma Peris. El horror aumenta gradualmente y, cuando creías que no podías leer nada peor, vuelves a sentir la necesidad de apartar la mirada de lo que lees. Ledesma Peris no es el psicópata al que estamos acostumbrados. Él es un artista. Escribe y pinta auténticas pesadillas y lo peor es que su arte no sólo se nutre de la realidad que él mismo crea sino que Ledesma Peris crea la realidad a través de su arte y, con él, consigue dominar a las personas que caen en sus redes como si fueran marionetas. No es un psicópata al uso y no estamos tampoco ante una novela policíaca. No hay excesivos muertos ni investigaciones, pero sin embargo el horror consigue mantenernos en vilo para saber hasta dónde puede llegar y cómo va a terminar.
La historia es muy original y el libro consigue de sobra su objetivo. Le deseo toda la suerte del mundo porque realmente estamos ante un buen libro.
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