Perdonad si estos días tengo abandonado el blog, pero estoy de mudanza y entre limpiezas, compras, ir de arriba para abajo y todo, casi no tengo tiempo de sentarme a leer y menos a escribir. De hecho, sólo hace falta ver a qué horas estoy publicando esto… Pero bueno, intento no tener el blog demasiado olvidado y aquí estoy con una nueva reseña.

Hoy os vengo a hablar de La sombra de la existencia, de Macoco G. M., un libro con una portada que engaña, pero con una sinopsis que lo dice todo. No suelo hacerlo, pero os la pego aquí porque creo que yo no lo puedo explicar mejor:

A Grigoriy se le hunden los pilares de su vida tras la ruptura con su novia P., iniciándose un proceso de desmoronamiento racional que le lleva a atisbar nuevas formas de vida más acordes a su naturaleza. Ensoñación y vigilia se entremezclan creando un mundo más cercano a nuestro protagonista, que trémulo pero firme va dejándose llevar hacia un final inesperado para un entorno que jamás llegó a conocerle y que llora por su desdicha.

Un libro narrado con distintas voces que sucede en distintos tiempos y planos existenciales en el que el narrador, el protagonista y su álter ego en el futuro, luchan por contar la historia de cómo Grigoriy fue capaz de dejar de ser humano para mirar más allá de lo obvio, más dentro de sí mismo. En su nuevo mundo nada es real, nada es ensoñación, existiendo la única verdad en los latidos de su mermado corazón, que poco a poco consigue entonar su propia cadencia iniciando un maravilloso viaje por su propia realidad.

Pinta bien, ¿verdad? Nos encontramos ante una novela de carácter intimista que arriesga a la hora de narrar, que demuestra un dominio del idioma nada desdeñable y que sorprende positivamente.

La lectura es densa, pero no pesada. Eso sí, tenemos que estar mentalizados: no es una historia trepidante y adictiva llena de acción que te atrapa de inicio a fin. Es una novela que narra el interior del protagonista y que nos explica quién es y cómo ha llegado a ser quién es. Qué le preocupa y qué le interesa. En definitiva, qué le hace ser quién es. No es tan importante lo que se nos cuenta como el cómo se nos cuenta. Es por ello que la lectura exige una gran implicación al lector.

Por cierto, me ha hecho mucha gracia el juego narrativo que hay en la novela. Tenemos dos voces: un narrador omnisciente y un narrador protagonista. Lo gracioso es que ambos se pelean para contar la historia a su manera. Es como cuando en una película se rompe la cuarta pared. Es interesante, divertido y desconcertante a partes iguales.

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