Mi madre era una mujer hermosa, de Karlien de Villiers

Hoy vengo a hablaros de Mi madre era una mujer hermosa, la autobiografía publicada por Glénat con forma de novela gráfica de la surafricana Karlien de Villiers, donde nos explica los dramas de su infancia en un relato protagonizado por sus padres, su hermana mayor y ella misma. La historia parece más un álbum de recuerdos que un relato con un orden y una continuidad.

A través de las viñetas conocemos a su madre, que fue modelo antes de casarse; a su padre, que no pudo evitar que la familia acabara separándose; y a Ana, la segunda esposa del padre, quien deja claro des del inicio que no tiene intención de cargar con las niñas. Karlien de Viviers nos cuenta sin escrúpulos las miserias de sus seres queridos.

Así pues, nos explica cómo se salvaba del fuerte adoctrinamiento católico que recibía gracias a sus constantes preguntas. Explica también como su padre, una persona irascible y autoritaria, deja de ser un modelo a seguir para ella y, por tanto, como todas sus referencias le vienen por parte de la madre. Explica también sus recuerdos de niña de los disturbios callejeros de los años 80, la enfermedad de su madre y el desmoronamiento de su familia que le hará gestar un rencor del que ya nunca se podrá librar.

La novela te deja con la sensación de que le falta algo, de que la historia podría dar mucho más de sí. Este cómic prometía mucho, pues narra una historia autobiográfica muy interesante desarrollada en el momento histórico del inicio del fin del apartheid. Los colores tan vivos chocan con los momentos de dramatismo, restándoles intensidad, y las caras de los personajes resultan tan poco expresivas por el estilo de dibujo usado que parece que no tengan sentimientos. Además, la circunstancia histórica, que podría haber dado mucho jugo a la historia, pierde importancia y se desvanece. Se echa en falta que la autora no haya desarrollado muchas de las opciones que sólo se perfilan, lo que deja una sensación agridulce ante un cómic que podría haber llegar a ser mucha más interesante.

Intocable, de Eric Toledano y Olivier Nakache

La verdad, no tenía intención de ir a ver Intocable. Me sonaba a peli sensiblona y de lágrima fácil. Y es que para ser una película claramente comercial, toca muchos temas complicados, lo que de entrada genera una cierta desconfianza: la diferencia de clases, la integración social, la discapacidad física, el racismo, etc. El resultado esperado suele ser una decepción de corte moralista o lacrimógeno. Eric Toledano y Olivier Nakache, directores y guionistas del film francés, conscientes del peligro, han conseguido crear una película con dos muy buenos personajes y una historia que huye de la compasión mediante el humor, consiguiendo tratar todos estos temas con respeto, pero sin miedo.

Nos encontramos con Phillipe (François Cluzet) un parapléjico cansado de la condescendencia de los demás que contrata a Driss (Omar Sy), un negro de los suburbios recién salido de la cárcel, nada calificado, para cuidarlo. Ambos personajes tienen mucho carácter; son dos polos opuestos que congenian a la perfección creando una amistad que los cambiará a los dos en un film lleno de energía. El mérito de la película consiste en no presentarnos a un inválido atormentado y llorón y a un inmigrante desamparado, sino a dos personajes que se ríen de sus desgracias con toda naturalidad. Sin duda esta naturalidad se consigue en gran parte por el carisma que despierta el personaje creado por Omar Sy, ocurrente, gracioso y gamberro.

La historia está basada en hechos reales. Philippe Pozzo di Borgo, quien ya había relatado sus vivencias en un libro (publicado en español por Anagrama), puso como única condición al llevar su vida a la pantalla, el que fuera tratada en clave de humor y con un tono amable. Las dos vertientes, comedia y drama van de la mano, de forma que aunque el ritmo de chistes nunca decae tampoco hacen que olvidemos la parte más dramática de la historia.

Aunque no aporta nada nuevo, funciona bien y el resultado final deja un buen sabor de boca. No es una película complicada ni profunda, sino más bien ligerita; pero lo que hace que valga la pena es que es una película vitalista, que nos habla de las ganas de disfrutar, de luchar y de superarnos. Consigue mantener la sonrisa en la boca del espectador cuando la situación inicial de ambos personajes nos llevaría más fácilmente al drama. Y a veces con esto basta.