La editorial Impedimenta es especialmente reconocida por su labor de publicación y difusión de literatura clásica y moderna en muy buenas ediciones. Entre sus autores más publicados se encuentran Stella Gibbons, Penélope Fitzgerald o Natsume Soseki, entre muchos otros. Precisamente de él es el último libro que he leído Soy un gato, una obra publicada originalmente en Japón en 1905 y que retrata la sociedad nipona del momento desde la mirada crítica de un gato.
Natsume Soseki no es muy conocido por aquí (aunque gracias a la labor de Impedimenta cada vez lo es más), pero en Japón su trabajo le ha convertido en indiscutible representante de los clásicos modernos de la literatura nipona y se ha ganado el honor de aparecer como tal en los billetes de 1.000 yenes. En una sociedad tan conservadora y cerrada a todo lo occidental como la nipona de inicios del siglo XX (época conocida como Era Meiji), Soseki viaja a Inglaterra, precisamente la nación competidora con Japón por el control del Pacífico.
Probablemente la experiencia de Soseki en Europa es lo que convierte al dueño del gato sin nombre, el profesor Kushami, en admirador de la Cultura Clásica y de la literatura inglesa. Todo un bicho raro para sus vecinos.
Todos los personajes de la novela de Soseki son muy peculiares. Para empezar, el gato, que ejerce como narrador no es, como él apunta en varias ocasiones, un gato normal. Es un gato inteligente, que ejerce de crítico antropólogo, burlándose y sorprendiéndose continuamente de las costumbres de la especie humana.
Los demás personajes tampoco se quedan atrás en sus particularidades. El profesor Kushami es un personaje patético, que se tiene a sí mismo por un erudito cuando en realidad es tan sólo un hombre pobre, arisco y demasiado ingenuo. Sus amigos Meitei y Kangetsu tampoco son demasiado normales. El primero es un antiguo alumno del profesor, culto y burlón, que inventa continuamente historias para divertirse a costa de su crédula audiencia. El segundo es un estudiante universitario que se dedica a hacer estudios sobre temas absolutamente surrealistas.
Los pasajes en los que el gato reflexiona sobre la especie humana se combinan con las escenas donde aparecen las hilarantes conversaciones entre el maestro y los demás personajes. La narración a menudo se vuelve muy lenta, con muy poco movimiento en las escenas, reflejando ese espíritu tan japonés de la pausa; eso sí, todo ello escrito en clave de humor.
La novela era originalmente publicada en entregas en la revista literario Hototogisu y eso se nota en unos capítulos bastante largos y sin continuidad entre sí.