Ser adolescente puede ser una experiencia muy dura. Pero aún puede serlo más si te llaman «chinorri» cuando eres un español con padres japoneses, tienes problemas para encajar, mientras descubres tu homosexualidad e intentas soportar los ataques de violencia de tu padre. Ésta es la situación del protagonista de Riku desde los infiernos, de Roberto Carrasco (editorial La calle) y, aunque parezca exagerada, parece ser que está basada en una historia real.
Aunque Riku justo está dejando atrás la niñez, ya es bastante consciente de lo solo que puede uno llegar a sentirse y de lo duro que puede ser vivir. En su mente flota la idea de la muerte, que poco a poco va desplazando cuando encuentra esperanza en el amor y la amistad. Sin embargo la vida no es generosa con Riku, y muchas de las cosas que cree ganar se las arrebata de la peor manera. La falta de comprensión de los adultos y su arrolladora desprotección son lo que hace que el creativo Riku, aún estando vivo, nos escriba desde los infiernos.
Es una novela con un protagonista muy especial: un chico creativo, intenso y dulce, con el que congeniamos rápidamente. Dan ganas de acercarse a él para darle un abrazo. La historia se entrelaza con los relatos en el que el propio Riku vuelca sus miedos y pesadillas o en los que se refugia desesperadamente. Este libro ha sido realmente una sorpresa positiva para terminar el año.
De vez en cuando es bueno leer un libro menos ligero de lo habitual, pero que no por ello resulte pesado o difícil. Si estáis buscando algo así, os recomiendo El libro rojo de Raquel, de Mónica Martín, que publica La Calle.
No sé si a vosotros os pasa lo mismo, pero a mí el título me recuerda inmediatamente a El diario rojo de Carlota, un libro que supongo que es bastante conocido porque, aunque no lo he leído, recuerdo el título y lo asocio a la adolescencia. ¿A vosotros os suena? Bueno, el caso es que no sé si el título tiene algo que ver o no (probablemente no), pero éste (de entrada) no es un libro para adolescentes. El libro es rojo, eso sí, por el mismo motivo por el que lo era el diario: porque el rojo es el color de la pasión. La pasión entendida como pulsión vital, con todo lo que ello conlleva: su relación con la vida, la muerte, el amor y el odio.
Hay tres protagonistas en esta historia, que tuvieron algo en común en el pasado, pero que ahora viven vidas independientes. Tony es un chico superdotado e hiperactivo, que en una negligencia es diagnosticado erróneamente como bipolar y que intenta superar su traumático pasado. Marta es una bailarina y striper que, tras varios desengaños, ha decidido no volver a tener más relaciones sexuales. A Raquel, por último, la llaman Mensaka. Trabaja en la ciudad como repartidora de mercancías de dudosa legalidad.
Los tres personaje, como vemos son muy vulnerables. Si no hacen nada, están abocados a la autodestrucción. La historia que se nos cuenta les obliga en todo momento a decidir quiénes quieren ser, si quieren ser la mejor versión de ellos mismos, o simplemente dejarse llevar.Todo ello impregnado de un erotismo áspero y salvaje que explora las relaciones lésbicas y heterosexuales sin tapujos y que les sirve a los personajes como forma de expresión.
Las vidas de los personajes se alternan en los capítulos. Los capítulos de Tony son una cuenta atrás. Los de Marta tienen títulos de canciones en inglés. Los de Raquel tienen nombre de calles de Madrid. El último capítulo es el que los reúne a todos y toma el nombre de Cassandra. Casandra es aquella profetisa que traicionó a Apolo. Como venganza, Apolo mantuvo su don, pero hizo que nadie que la escuchara la creyera. Casandra tuvo que soportar el saber que Troya iba a ser destruida sin poder hacer absolutamente nada para impedirlo, ya que la tomaban por loca.
Estamos ante un libro de una gran belleza, que estremece y que pide mucha atención de nuestra parte. Es un libro que vale la pena poder disfrutar.
Como los que lleváis más tiempo leyéndome sabréis, cada año a finales de agosto hago un sorteo para celebrar el aniversario del blog. Sin embargo, me he dado cuenta de que, siendo agosto un mes de vacaciones y relax, muchos aprovechamos para desconectar más o menos de nuestros aparatos tecnológicos. Y como lo que quiero es que el máximo número de personas se unan a la celebración, he decidido retrasarla un mes y celebrarla en septiembre.
No los he leído aún, así que enlazo aquí debajo a las sinopsis de las editoriales: