Ayer murió Jiro Taniguchi, mi mangaka favorito

Supongo que ya lo habéis oído o leído por ahí, puesto que se está hablando bastante de ello en los medios. El mangaka del realismo, que retrataba como nadie a sus personajes, sencillos, auténticos, comunes, inmersos siempre en la cotidianidad más tediosa —y, a la vez interesante—, Jiro Taniguchi, murió ayer, 11 de febrero, por un cáncer.

Recuerdo que me regalaron El olmo del cáucaso en una época en la que yo sobre todo leía shonen (manga para adolescentes) y que se me hizo muy cuesta arriba. Sin embargo, años más tarde lo retomé y me emocioné con su lectura. Como esto fue mucho antes de abrir el blog, nunca lo reseñé, así que voy a hacerlo ahora.

taniguchi-portadaEn El olmo del cáucaso, una pareja de ancianos se trasladan a una casa fuera de la ciudad. Al llegar a su nuevo hogar, se sorprenden al ver que todas las plantas del jardín, antes frondoso y bello, habían sido arrancadas. Solo dejaron un olmo demasiado grande para quitarlo. En seguida se dan cuenta de que se trata de un árbol problemático: suelta muchas hojas, que ensucian los patios y dejados de los vecinos y les atascan los canalones. ¿Debería talar este antiguo y molesto árbol?

Este es el argumento con el que inicia el primero de los relatos de El olmo del cáucaso. Sin embargo hay más historias: acompañamos a unos abuelos y a su nieta al parque de atracciones, pero ella no parece querer montar en nada. Vemos como un señor descubre en el periódico de casualidad a la que puede que sea una hija que hace años que no ve. Y varias historias más, todas ellas sencillas y cotidianas, pero con unos personajes muy trabajados. Su forma de narrar y de dibujar tan profundamente unos personajes tan cotidianos me enamoró para siempre.

Tras este libro leí algunos más, que estos sí reseñé en el blog:

El caminante

Barrio lejano

Cielos radiantes

El gourmet solitario

Furari

Y aún tengo una larga lista de mangas pendientes de leer. Es una gran pena saber que esta lista no crecerá más, pero siempre me quedará el placer de poder releerlos y el deber de agradecer a Jiro Taniguchi el haber escrito y dibujado semejantes obras.

Solanin, de Inio Asano

solaninEl pasado jueves 30 de octubre, fui a mi cita anual con el Salón del Manga de Barcelona, un evento al que asisto religiosamente desde hace unos diez años. Es cierto que no con la misma ilusión de entonces, ya que cuando era adolescente prácticamente sólo consumía manga y ahora esta afición ha ido quedando mezclada con cómics de distintas procedencias y libros. Pero bueno, no dejo de ir, quizás por mantener un vínculo con una parte de mi pasado que recuerdo con mucho cariño, pero en parte también con la esperanza de encontrar novedades que se salgan un poco de los tópicos de acción y romance para adolescentes que terminaron por cansarme.

Así es como me vi ojeando el catálogo de Norma Editorial y tratando de decidir si me llevaba a casa Solanin, de Inio Asano o Traveling, de Ken Niimura. Ambos me atraían mucho, pero tenía que decidirme por uno (si te dejas llevar, el Salón es una fuente casi infinita de gasto y la cosa no está para despilfarrar), así que al final decidí dejar Traveling para más adelante.

Lo que me atrajo de Solanin supongo que fue que me sentí identificada con lo que se decía de los protagonistas, que eran un grupo de jóvenes que, tras terminar la universidad, se tenían que enfrentar a un mundo complicado y a unos trabajos que no satisfacían sus expectativas. Cuando te das cuenta de algo así, lo primero que tienes que hacer es averiguar qué es lo que quieres hacer con tu vida y, acto seguido, darlo todo e ir a por ello.

Ésta es la situación con la que se encuentran desde siempre, pero ahora más que nunca los jóvenes de nuestro país y supongo que es por eso que Norma ha decidido publicar el tomo de Inio Asano. Es una lectura inspiradora que puede ayudarte a centrarte y a darte cuenta que de cualquier situación difícil se puede salir si uno se empeña lo suficiente.

El dibujo de los personajes y de los fondos es impecable, así como la historia que a partir de ello se nos cuenta. Me ha gustado mucho ver como Meiko, la protagonista, es en un inicio la que trabaja para mantenerse a ella y a su novio mientras él intenta hacerse un hueco en el lugar donde está de becario. Me gusta porque a veces cuesta encontrar personajes femeninos en el cómic de temática cotidiana que lleven pesos tan grandes en los hombros y que tengan que tomar decisiones tan difíciles como las que toma Meiko en más de una ocasión. Hace unos días leía que es muy común entre las japonesas el comportarse como niñas pequeñas (lo podéis leer en el primer punto de este post), fingiendo una voz absurdamente aguda y dando saltitos como una colegiala. La verdad es que al leerlo no podía evitar pensar en muchos de los mangas que he leído y bueno es poder decir que no es el caso de esta protagonista, que es, como digo, una mujer fuerte que crece a lo largo de las páginas.

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En la prisión, de Kazuichi Hanawa

En la prisiónA la hora de escoger qué es lo siguiente que voy a leer a veces busco información sobre novedades o recomendaciones en los blogs y los catálogos de las editoriales. Pero la mayoría de veces lo que me gusta hacer es pasearme por librerías observando títulos y portadas y leyendo contraportadas, para terminar llevándome algún libro de un autor que desconocía y que ha llegado a mí casi por azar. A veces sale bien y descubro auténticas perlas, pero otras veces el resultado puede ser decepcionante.

Así ha sido con En la prisión, de Kazuichi Hanawa, un libro que escogí en gran parte por ser editado por Ponent Mon, editorial que para mí es garantía de encontrar algo bueno, diferente e interesante. Kazuichi Hanawa fue arrestado en 1994 y condenado a tres años de cárcel por posesión ilegal de armas en su afán de coleccionismo. Cuando salió se dedicó a plasmar todos los detalles que recordaba de la vida diaria en prisión.

El cómic me resulta tremendamente aburrido. Y supongo que es lo que buscaba el autor (en inglés el cómic se llama, muy acertadamente, Doing time), ya que hace hincapié en la monotonía y la disciplina que rigen el día a día de los presos. Pero no me convence. No sólo es tedioso por este ambiente monótono, sino por cómo está explicada la historia. Si bien es normal que la vida de los presos gire en torno a la comida (el mejor momento del día) creo que hay otras formas de contarlo que llenando páginas y páginas de ejemplos de menús (en este sentido, me ha recordado un poco a El Gourmet Solitario, de Jiro Taniguchi y Masayuki Kusumi). La falta de acción y el exceso de descripciones hacen que leerlo se haga cuesta arriba.

Hay que reconocer, eso sí, que el libro sorprende, pues cuando uno se sumerge en un relato sobre la vida en la cárcel espera encontrarse con una lista de tópicos: los presos como víctimas de un sistema opresor que los maltrata, grandes discursos sobre la libertad, tentativas de evasión, hambre, brutalidad, conflictos, etc. El cómic es más bien una simple descripción de lo que vio en la cárcel. No es ni siquiera una historia con un inicio y un fin (cuando empieza el protagonista está ya en la cárcel y cuando termina sigue ahí) sino que más bien parece un lienzo estático o un manual donde se plasma lo que cualquiera que entre va a encontrar. La cárcel que Hanawa nos muestra tiene, no obstante, elementos duros, los cuales de basan sobre todo en ser una sociedad en la que la jerarquía, el protocolo y el orden japonés alcanza cotas realmente demenciales. Hay un respeto absoluto y una distancia entre los guardias y los presos, una educación siempre impoluta y una disciplina rígida y asfixiante. Todo está previsto. Hay normas de educación  que rigen cuándo y cómo dar las “gracias”, pedir “por favor” o dar reverencias. La puntualidad es exagerada: cada actividad está cronometrada y uno no puede excederse del tiempo permitido para cumplirla. Cada paso y cada movimiento de los presos están vigilados y programados casi como si se tratara de una formación militar.

En la prisión no es un relato de una estancia traumática. No hay violencia, dramas ni fugas. No es un panfleto de protesta, ni una lamentación, ni siquiera un relato de redención. Es simplemente un documento casi periodístico, aséptico. Con valor documental, sí, pero a mi parecer poco valor artístico o literario.

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El Gourmet Solitario, de Jiro Taniguchi y Masayuki Kusumi

Furari, de Jiro Taniguchi

La última obra de Taniguchi editada por Ponent Mon es Furari, donde Tadataka Ino, un jubilado, se dispone a cartografiar Edo haciendo grandes caminatas mientras cuenta sus pasos. Mientras se esfuerza para que sus pasos sean lo más regulares posibles, no puede evitar distraerse ante la belleza de la vida y su mirada sensible y soñadora a menudo empatiza con los animales hasta tal punto que llega a ver el mundo a través de ellos.

Tadataka Ino, quién realmente existió, vivió entre los años 1745 y 1818 y fue el primer hombre en completar el mapa de Japón usando técnicas modernas tras 17 años de trabajo. Taniguchi trata de transmitirnos la pasión de un hombre sencillo y mundano, pero a la vez soñador y con un amplio interés humanista y científico. A la vez nos muestra la ciudad de Edo durante la época de Tokugawa y sus costumbres, tratando de reflejarnos su ambiente fijándose cuidadosamente en los pequeños detalles.

En Furari, que significa algo así como “vagar sin rumbo fijo”, se unen el amor a la naturaleza con la poesía y, al fin y al cabo, la vida y la capacidad de perseverancia. El cómic trata de la necesidad de fijarse un objetivo que de sentido a nuestras vidas. Como todas las obras de Taniguchi, la lectura debe ser pausada e introspectiva para poder captar la magia que destila.

 

 

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El gourmet solitario, de Jiro Taniguchi y Masayuki Kusumi

Quien se haya paseado entre las entradas de este blog habrá notado ya mi devoción por la obra de Jiro Taniguchi. En esta ocasión he leído El gourmet solitario, obra conjunta de Jiro Taniguchi y Masayuki Kusumi, publicado por Astiberri, un cómic de argumento un tanto extraño precisamente por su excesiva cotidianeidad. Y es que el protagonista, Goro Inokashira, es un hombre con un trabajo que le exige una gran movilidad por Tokio y sus alrededores. Taniguchi nos muestra a lo largo de 19 siempre el momento de la comida en el que el protagonista escoge en qué restaurante saciar su hambre.

A través de la mirada del viajero ambos autores trazan un retrato sociológico de Japón y de su riqueza gastronómica, consiguiendo sumergirnos en las costumbres japonesas. El protagonista encuentra momentos de esparcimiento en las horas de la comida, que suponen un momento de tranquilidad que interrumpe el estrés de la jornada laboral. Para el trabajador, la comida y lo que la precede constituyen uno de sus mayores placeres cotidianos.

Todo ello viene envuelto con esa atmósfera tan Taniguchi de nostalgia y evocación del pasado y por el gusto en la observación de los pequeños detalles y anécdotas cotidianas. El protagonista siempre encuentra lo que busca en pequeños locales familiares de barrio, que encuentra callejeando por donde su instinto lo guía. Poco a poco, a lo largo de los capítulos descubrimos alguno de los rasgos del protagonista, cuyo perfil se mantiene siempre semioculto y sumido entre una nostalgia profunda y un vitalismo contagioso. Esta sensación dual se refuerza con la incomodidad que siente el protagonista en los lugares donde va a comer, donde siempre sufre algún contratiempo (no pueden servirle el plato que quería, dos platos de los que ha pedido tienen el mismo ingrediente, no le dejan descansar tumbado, etc.) que no le permite disfrutar enteramente la experiencia a pesar de lo mucho que disfruta comiendo.

El mayor defecto de la obra es la estructura repetitiva de los capítulos en su presentación y desarrollo. Aún así, la historia no llega a cansar y nos tiene sumidos a la espera de que el protagonista encuentre un lugar donde se sienta realmente cómodo. Dentro del repertorio de obras de Taniguchi que he leído hasta ahora, ésta ha resultado ligeramente decepcionante, aunque no es un mal trabajo.

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Cielos radiantes, de Jiro Taniguchi

Hoy traigo de nuevo otro cómic de Jiro Taniguchi, y es que este mangaka ha conseguido robarme el corazón con sus obras sencillas pero intensas. Esta vez se trata de Cielos radiantes, publicada en España, cómo no, por Ponent Mon. El argumento del manga recuerda a Barrio Lejano: un suceso sobrenatural da la oportunidad a un hombre de reconciliarse con su pasado y su familia y le ayuda a darse cuenta de que la vida es demasiado corta como para no vivirla.

Kubota, un hombre de 40 y pico años, se duerme en el volante y choca con Takuya, un joven campeón de motocross. Ambos pasan dos días en coma, hasta que Kubota muere y Takuya despierta. Pero al despertar, lo hace con la consciencia de Kubota metida en su cuerpo, lo que le da una oportunidad para reconciliarse con su familia antes de que Takuya vuelva a tomar control de su cuerpo y Kubota termine por desaparecer definitivamente. El juego entre las dos mentes que ocupan el mismo cuerpo, tomando una intensidad, mientras la otra se desvanece, está plasmado a nivel técnica de una forma muy curiosa: dibuja a Kubota como un alma transparente que sigue a Takuya y habla a través de su boca, mientras que la voz de éste último aparece en off. Cuando Takuya va tomando el control empieza a hablar en voz alta, mientras que es la vos de Kubota la que sólo suena en su mente.

Mientras el adulto se arrepiente demasiado tarde de no haber estado lo suficiente con su familia (esta tarea pendiente es la que lo ata a la tierra como un alma en pena), el joven motorista madura y aprende la importancia de las relaciones con los demás y la necesidad de cuidarlas.

Taniguchi trata los temas de siempre: el desarraigo, las relaciones familiares, la melancolía y la belleza de la vida; en una exploración del ser humano siempre desde nuevos puntos de vista. Aún con los parecidos con Barrio Lejano, Taniguchi es lo bastante hábil como para no caer en el autoplagio y crear una obra nueva y apetecible con personajes muy humanos y experiencias vitales cargadas de nostalgia.

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El caminante, de Jiro Taniguchi

Me he propuesto ir leyendo poco a poco toda la obra de Jiro Taniguchi (alternándola con otras lecturas, por supuesto). En esta ocasión, le ha tocado el turno a El caminante, publicada, al igual que Barrio Lejano, por Ponent Mon, editorial que se ha vuelto sinónimo de calidad en el mundo del manga traducido al español.

Taniguchi en esta obra consigue transmitir sensaciones, emociones y experiencias, más que historias, mediante el visionado y la contemplación tranquila y relajada de las cosas que suceden a nuestro alrededor de forma cotidiana. La historia es sencilla hasta el extremo. Nos cuenta, en una serie de historias cortas, los paseos de un hombre que observa y disfruta su alrededor con una tranquilidad zen. Todo transcurre casi sin diálogos, dando prioridad a lo visual antes que al texto.

Mediante unas viñetas muy detallistas, Taniguchi nos obliga a detenernos y recrearnos en cada rincón para captar el sentido de la obra. Muchos han criticado la obra por ser una historia simple, casi sin personajes, donde no ocurre nada y que casi parece una mera recopilación de postales. Y es que estamos poco acostumbrados a obras de tal intimismo y simplicidad. Con esta obra lo único que podemos hacer es perder la vista entre las plantas y las casas para descubrir los detalles que a simple vista se nos podrían escapar. Es una invitación a despojarnos de toda la artificialidad para dejarnos invadir por los sonidos en forma de onomatopeyas y las imágenes que nos ofrece el barrio donde se acaba de trasladar el protagonista anónimo.

El personaje principal no revela su nombre en ningún momento ni nos muestra casi nada de sus rasgos interiores. No sabemos nada sobre él. Pero observándolo nos damos cuenta de que estamos ante un hombre tranquilo, pero con mucha energía y vitalidad. Es un personaje sencillo que sabe disfrutar de las cosas sencillas. De su mujer aún sabemos menos, sólo que nunca le acompaña en sus paseos y que ella es quien da pie a las breves conversaciones que aparecen en la obra.

Más que una historia aleccionadora, esta obra es un ejercicio de experimentación narrativa, un intento de hacer poesía con las imágenes y los sonidos. Es una declaración de amor a los pequeños detalles de la vida, al places de observar los pájaros, recoger una concha, arreglar un juguete o caminar bajo la lluvia. Es, en definitiva, una obra de ritmo pausado, para dejarse llevar.

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El solar de los sueños, de Hideji Oda

El otro día os hablada de Barrio lejano de Jiro Taniguchi. Pues bien, cuando lo compré me llamó la atención otro tomo que había al lado y cómo valía sólo 4€ también me lo llevé. Este cómic, publicado como el mencionado por Ponent Mon es El solar de los sueños de Hideji Oda, un mangaka que se dedica a crear historias de carácter fantástico, cargadas de metáforas.

Me he encontrado ante un cómic perturbador. Renei, la protagonista, es una estudiante de bellas artes de 22 años que mantiene una relación a escondidas con uno de sus profesores (casado y con una hija pequeña). La muerte de un amigo de la infancia, de su hermano y su mejor amiga del instituto la afligen. Como método de huída se refugia en el mundo de Kû, un lugar inventado donde se reencuentra con estos fallecidos. Cuando era pequeña solía soñar con este mundo, y el sueño continuaba siempre la siguiente vez que dormía, de forma que cuando dormía en el mundo real, despertaba en el de Kû y viceversa. Los sueños han vuelto a aparecer, pero esta vez se mezclan con la realidad. El resultado es confuso, pero eso está bien, pues al fin y al cabo lo que busca Oda es que nos cueste diferencia el sueño de la realidad.

Renei se pregunta continuamente por el sentido de la vida, lo que se refleja en la forma que toma su arte, que consiste en rascar sobre una tela pintada de negro para descubrir lo que hay debajo. El resultado recuerda a una sala del mundo de Kû donde se hallan todas las respuestas. La obra de Renei se basa, tal y como explica oda al final del cómic, en la obra real de Yuko Kawada (¡mirad sus trabajos, son impresionantes!), quién pinta capas de distintos colores sobre el lienzo hasta que queda de color negro y luego raspa para descubrir estos colores ocultos.

El principal problema de este cómic es que intenta hacer entrar con calzador demasiados temas complicados de tratar como son el vacío, la soledad, el acoso escolar, el suicidio, la enfermedad, la locura, el incesto, la infidelidad, el aborto, las relaciones prohibidas, la homosexualidad, la corrupción de menores, la violación y la crueldad en general. Hideji Oda intenta dar un sentido trascendente que queda en algo así como una pueril rabieta propia de un adolescente deprimido.

Además, se echa en falta más profundización en la vida y carácter de los personajes fallecidos que tan importantes eran para Renei, así como en la propia protagonista. El horror vacui de temas con tanta profundidad que cada uno de ellos podría ser tema para una obra separada se le va de las manos al autor.

Es por todo ello que tengo que decir que, aunque la idea de confusión es buena y está lograda (aunque el tema del sueño es un clásico, por lo que tampoco aporta nada nuevo), este cómic ha sido para mí una decepción.

Barrio lejano, Jiro Taniguchi

Descubrí a Jiro Taniguchi en mi 14 o 15 cumpleaños, cuando mis tíos me regalaron El olmo del cáucaso, dibujado por él y con guión de Ryuichiro Utsumi, una colección de relatos donde niños, adultos y ancianos se enfrentan a sí mismos. Aunque entonces estaba más acostumbrada a otro tipo de cómics, enseguida me di cuenta de que en éste había algo especial. Me encontré ante un seinen (cómic japonés dirigido a un público adulto) que comprendía seis relatos, que no por ser cotidianos carecían de interés. Más bien todo lo contrario: el carácter introspectivo de la obra nos acerca a las vidas de personas anónimas, normales y corrientes, que se confunden cada día entre los mares de personas que pueblan las calles. Son historias sin importancia pero cautivadoras y llenas de sensibilidad.

En esta ocasión os quiero hablar de Barrio lejano, publicado tanto en castellano como catalán por Ponent Mon, editorial que ha publicado la mayoría de sus obras en España. Aunque el cómic vale 18€, en la Continuarà… de Barcelona lo he encontrado por 10€. Jiro Taniguchi dibuja con un estilo realista, un trazo limpio y un acabado detallista, con gran poder expresivo. Sus historias, aunque a veces (como es el caso) contienen algunos toques fantásticos, son en el fondo historias costumbristas, centradas en el núcleo familiar y los problemas cotidianos. Gracias a todo esto, en Barrio lejano consigue hacernos sentir una gran empatía con el protagonista.

Las páginas de este cómic están llenas de nostalgia por un paraíso perdido. Hiroshi Nakara es un hombre de 48 años que un día se equivoca de tren y, en lugar de volver a casa, va al pueblo donde vivió de niño. Aprovecha el error para pasear por el pueblo y visitar la tumba de su madre. Es entonces cuando viaja al pasado de forma misteriosa (la mariposa que aparece en ese momento puede ser la causante, a la vez que nos recuerda la conocida teoría del efecto mariposa) y vuelve a su época de instituto, unos meses antes de que su padre abandonara la familia de forma inesperada. Hay en la obra un clima creciente de desasosiego ante la futura desaparición del padre que se alterna con la tranquilidad que le da la relación que mantiene con una compañera de clase. Hiroshi vuelve a vivir su adolescencia, esta vez con la experiencia de un hombre adulto, lo que causará algunos cambios. Taniguchi reflexiona sin sentimentalismos sobre la familia y las relaciones que dentro de ella se establecen, lo que sabemos y lo que desconocemos sobre las personas con las que compartimos techo, sobre los deseos y los sueños insatisfechos, sobre lo que al final ha quedado de ellos. Sobre la vida, al fin y al cabo.

Como un nuevo Ulises, Hiroshi hace un viaje interior para lograr vencer sus propios miedos y superarse a sí mismo para regresar como un hombre nuevo, más cultivado, al hogar. Nos encontramos ante una historia sensible que habla de cómo reconciliarse con las propias circunstancias, una búsqueda para encontrar la paz interior. Literatura en viñetas.