No conocía esta obra de Mark Twain, así que fue toda una sorpresa que llegara a mis manos. Me hizo mucha ilusión tener y leer este libro ilustrado por Francisco Meléndez. Los diarios de Adán y Eva son, como el propio nombre indica, una recreación de la vida de la que según la tradición cristiana es la primera pareja de la historia de la humanidad. Ellos mismos son los que, a través de estos diarios, nos cuentan sus diferencias, avenencias, desavenencias, reflexiones y confesiones.
Adán es un hombre que solo busca vivir tranquilo. Sin embargo, esta calma se ve alterada cuando aparece en su vida una extraña y misteriosa criatura que se dedica a ponerle nombre a todo. Mientras que Adán, que nunca se ha preocupado de poner nombre a las cosas dice que Eva «derrama agua por los agujeros con que mira», ella llama al dodó de esta forma porque piensa que eso es lo que parece, un dodó. Así, todo para Adán parece nuevo y misterioso, mientras que Eva, al ponerle nombre a las cosas, siente que las domina. Es muy graciosa también la escena en la que nace Caín y Adán no sabe qué animal es ese que no anda, ni vuela, ni nada.
Eva cree que con su capacidad de nombrar, clasificar y organizar ayuda a Adán, mientras que él no está de acuerdo. Adán, más contemplativo, le preocupa más encontrar refugio y alimentos que nombrar o entender nada.
Éste es un libro lleno de sentido del humor que constituye una crónica del primer amor humano, que marcará con la maldición de la falta de comunicación el amor de todos los esposos de todos los tiempos. Es divertido ver el mismo conflicto desde dos puntos de vista en los diarios de ambos. Las ilustraciones a lápiz nos muestran a un Adán flaco, con rasgos reptiles. Medio desnudo, pero con atuendos de lord británico y con un aire circense. Eva, en cambio, aparece siempre desnuda y con un cabello largo que recoge con peinado extravagantes y surrealistas.