Pacific Rim, de Guillermo del Toro

Pacific RimAyer prácticamente me arrastraron a la sala de cine para ver Pacific Rim. La película olía desde lejos a un espectáculo visual vacío. Después de verla tengo que decir que es mejor de lo que esperaba, pero sigue siendo muy olvidable.

Dirigida por Guillermo del Toro, Pacific Rim es una costosa epopeya de ciencia ficción presupuestada en más de 200 millones de dólares en la que robots pelean contra monstruos para evitar el apocalipsis al más puro estilo de las monster movies japonesas (como Godzilla, por ejemplo). Precisamente es en el mercado asiático donde la película está cosechando su mayor éxito.

Nos encontramos ante un espectáculo destructivo, lleno de luces y color. El argumento es simple: en 2020 recibiremos ataques de alienígenas enormes (kaijus) que, contra todo pronóstico, no vienen del cielo sino que surgen del Pacífico, a los que deberemos combatir con robots enormes (Jaegers), que se conectan neuronalmente con su piloto, al estilo Evangelion. Mover un Jaeger supone un gran sobreesfuerzo, por lo que para cada robot se necesitan dos pilotos: cada uno de ellos se encarga de un hemisferio del cerebro. Pero para ello ambos pilotos tienen que estar completamente compenetrados.

Realmente la lucha de titanes se disfruta. El problema viene de un argumento vacío, con personajes planos y un final sin sorpresas. La falta de profundidad es el gran problema de un film en el que en seguida puedes prever qué personajes llegarán vivos al final. Los personajes no consiguen hacernos empatizar, por lo que, muertes que deberían ser algo más sentidas por el público, simplemente nos dan igual. Pienso que deberían haber hecho hincapié en la estrecha relación que se establece entre los pilotos que comparten un mismo robot, pues aunque lo dicen, realmente no vemos que haya para tanto. Especialmente cuando vemos una de las parejas que se forman al final y que justifican con un: “como es hijo de… seguro que es compatible emocionalmente conmigo”. Y se quedan tan anchos.

El sentido del humor le da un toque especial al film. Es gracioso, por ejemplo, ver como la sucesión de golpes entre monstruos y robots da pie a un efecto mariposa que termina con la activación de un péndulo de Newton (aunque el efecto es muy forzado hace gracia por lo inesperado del detalle). O también son divertidos los dos científicos locos, el personaje de Ron Perlman y el cameo de Santiago Segura.

Es una película adolescente, casi infantil en cuanto a argumento (aunque tampoco la recomiendo para niños, algunas partes pueden darles miedo), de aquellas que hacen soñar a cualquier niño de 12 años con ser piloto de una de esas máquinas. Se puede disfrutar siempre y cuando no se le exija demasiado a nivel argumental o de desarrollo de los personajes. Como mínimo te asegura no aburrirte durante dos horas, pero no pidas más: es una película en la que tienes que simplemente dejarte llevar.

Los últimos días, de Àlex y David Pastor

Los últimos díasA veces he oído decir que todas las historias que se pueden explicar ya están (por lo menos en cuanto a estructura) en la Odisea. En algunas historias esto es más evidente que en otras, pero en Los últimos días el paralelismo resulta obvio. La última película de los hermanos Pastor nos muestra un mundo apocalíptico en el que una enfermedad, conocida con el nombre de pánico, mantiene a la humanidad encerrada. La enfermedad es una especie de agorafobia contagiosa que se expande mundialmente.

La acción transcurre en España, concretamente en Barcelona, donde el protagonista, Marc (Quim Gutierrez), un joven agobiado por las facturas que odia su trabajo, desarrolla la enfermedad en la oficina. Se verá obligado a aliarse con el responsable de recursos humanos, Enrique (José Coronado), apodado «Terminator», para conseguir encontrar a su mujer, Julia (Marta Etura). Con el GPS de Enrique, ambos se moverán, en un descenso a los infiernos, entre los túneles de metro y las alcantarillas hasta llegar a su destino. Los protagonistas se embarcan en una especie de western urbano, en el que dos hombres viajan juntos, con objetivos dispares que deben compartir para sobrevivir. Así pues, Enrique toma el rol del pistolero viejo y curtido, que cumple su papel de formación del joven aspirante, Marc, para retirarse cuando su presencia ya no es necesaria.

Cuando la película inicia, ya conocemos el estado de la humanidad, que se encuentra atrapada en edificios cerrados, llenos de suciedad, delincuencia y desesperación, en un estado de salvaje supervivencia. Los continuos flashbacks nos permiten conocer a los protagonistas y su pasado como si de un capítulo de Perdidos se tratara. Así es como conocemos a los protagonistas y sus relaciones antes de la catastrófica enfermedad. La película recuerda a El incidente (2008) de M. Night Shyamalan, tanto en el hecho que el causante del apocalipsis es una epidemia que se propaga por el aire, de la que sólo se pueden proteger huyendo de él (encerrándose), como en la lucha desesperada por la unión de un núcleo familiar.

Pero esta película es especial, en gran parte por lo acostumbrados que estamos a ver imágenes de este tipo en Nueva York, Boston o Los Ángeles, pero esta vez la tragedia la vemos en Barcelona. Y vemos las ruinas de la Diagonal, el Arc de Triomf, el Hospital del Mar y la Via Laietana, llenos de humo, fuego o, al cabo de los años, vegetación. Las imágenes son realmente sobrecogedoras y no se borran fácilmente de la retina de los que pasamos por estos sitios casi a diario.

En ningún momento nos explican el motivo ni la cura de la epidemia: lo importante son las emociones y la obstinación de los personajes para conseguir su objetivo. Con sólo 5 millones de euros de presupuesto, los hermanos Àlex y David Pastor han conseguido un buen resultado, aunque con más presupuesto habrían conseguido unos mejores efectos especiales que acabaran de redondear la película. La acción, el drama y la ciencia-ficción están intercalados de forma bastante acertada.

Django desencadenado, de Quentin Tarantino

Django desencadenadoEn 1966 se estrenó Django, una producción italiana del cine conocido como spaghetti western. Esta película escrita,dirigida y producida por Sergio Corbucci, trataba de Django, un extraño hombre blanco (interpretado por Franco Nero) que arrastra el ataúd de su esposa durante casi toda la película. Django rescata a una mujer que estaba siendo azotada y descubre entonces que la región estaba enfrentada en dos bandos: un grupo de fanáticos racistas y un grupo de mexicanos revolucionarios. Tras sus más y sus menos con ambos bandos, logra eliminar a los asesinos de su esposa, que se encontraban en el primer grupo. Consigue así vengarse, lo que era el motivo real de su presencia en la región. La película está considerada como una de las mejores del spaghetti western, aunque ha sido a menudo censurada por ser considerada demasiado violenta

En el año 2007 se hizo un remake japonés de la película que se titulaba Sukiyaki Western Django, dirigida por el japonés Takashi Miike. Curiosamente, en este remake colaboró Quentin Tarantino. La colaboración debió dejarlo con el gusanillo de algo más, pues en su última película, Django desencadenado, Tarantino ha querido hacer un homenaje al western en general, a las producciones italianas de western en concreto y, aún más en concreto, al film de Sergio Corbucci. Los paralelismos entre ambas películas son muchos, pero también son muchas las diferencias. Lo que hace única la película es, obviamente, que es de Tarantino. Y cuando se habla de él, con eso se dice todo: la película está llena de sangre y vísceras, las incongruencias históricas se multiplican, y el humor negro se convierte en algo imprescindible.

La película empieza en 1858, dos años antes de la Guerra Civil Americana. En el estado de Texas, un mal sitio para vivir en aquella época (incluso en ésta, según como) si eres negro. Y el protagonista de la película, Django (Jamie Foxx), es negro. Pero nuestro protagonista está de suerte y en su vida se cruza King Schultz (Christoph Waltz), un cazarrecompensas alemán que lo libera a cambio de que le ayude a encontrar a unos asesinos. Él acepta y, tras cumplir con varios trabajos y forjar una bonita amistad, ambos deciden partir en búsqueda de la esposa de Django, la esclava Broomhilda (Kerry Washington), que se encuentra en Candyland, a manos del terrateniente Calvin Candie (Leonardo DiCaprio).

Las semejanzas con la anterior película se encuentran sobre todo en la cruzada de Django por vengarse de aquellos que han dañado a su esposa. Pero también en detalles como la fuente de las letras de los créditos del inicio, la banda sonora, la violencia en pantalla y ciertos temas como el racismo.

Pero hay algo más que une a las dos películas. El western, aunque se revista de cierta historicidad es un género lleno de mentiras piadosas. Y eso es porque el western no pretende ser historia, pretende crear de una mitología sobre la fundación de lo que ahora son los Estados Unidos (Tarantino, además es especialmente irrespetuoso con la historia, como ya demostró en Malditos bastardos, en este caso se atreve a hacer sonar el hip-hop en un western). Si el western es mitología, Django entonces es un personaje mitológico. Más allá de si es blanco o negro, o las circunstancias que lo rodean, Django es la representación de un hombre enamorado al que le han arrebatado a su mujer y busca saciar su sed de venganza sin importarle las consecuencias.

La película está llena de toques divertidos y sorprendentes, como la discusión de los miembros de lo que es el germen del Ku Klux Klan sobre la incomodidad de las máscaras y si estas son necesarias o no (ya que todos se conocen entre ellos y el pueblo entero forma parte del grupo o los apoya).

Uno de los mejores personajes de la película, pese a ser secundario, es Stephen (Samuel L. Jakson), un esclavo negro más esclavista, engreído  inteligente y manipulado que su propio amo, Calvin Candie (quien, por cierto, presume de ser un francófilo sin entender nada de francés). Stephen es un ser repulsivo, de mirada amenazadora, un esclavo traidor a su raza que rompe con el estereotipo hollywoodiense del negro divertido y sonriente. Stephen es un ejemplo de cómo una víctima puede convertirse en motor del sistema que lo esclaviza. Recuerda a los relatos de los supervivientes de campos de concentración que hablan de como algunos presos con ciertos privilegios torturaban a sus compañeros para no perder dichos privilegios.

Todos estos ingredientes en manos de Tarantino se convierten en pura dinamita. Django ha sido desencadenado, y no sólo por ser un esclavo liberado, sino que ha conseguido liberarse de la censura que pesaba contra la violencia de la producción de Corbucci, se ha liberado de la historia, se ha liberado los tabús y ha liberado la carcajada sobre temas prohibidos. Django, quien acumula odio en su interior durante toda su vida, estalla y se libera de él, vengándose de los amos y negreros que tratan con crueldad a los suyos. La violencia es un ingrediente clave en el conjunto: Tarantino la justifica, la trivializa, se regodea en ella, la estiliza, se ríe, pero también muestra su parte más cruda en escenas como la de la pelea de mandingos.

La película está bien, es entretenida y consigue que no bajemos la atención ni siquiera durante los 20 minutos en los que los personajes simplemente hablan alrededor de una mesa gracias a la tensión creciente. No es una gran película, pero está bastante bien. Como ocurre con cineastas tan especiales como Tarantino, uno sólo debe verla si le gusta su forma de hacer cine.

Los Miserables, de Tom Hooper

Los MiserablesSeré honesta: no he visto nunca el musical de Los Miserables y, aunque como humanista resulte imperdonable, tampoco he leído la novela de Víctor Hugo. El problema de una lista de libros por leer que crece día a día seguramente es algo compartido por muchos. Intentaré ponerle remedio en cuanto pueda, pero de momento voy a hablar de la película estrenada estas navidades bajo la dirección de Tom Hooper (El discurso del rey) sin compararlo con sus referentes.

La historia sucede en la Francia del siglo XIX, en una sociedad marcada por las grandes diferencias entre clases sociales. Jean Valjean (Hugh Jackman) logra por fin la libertad tras una larga condena por haber robado un trozo de pan. Aunque ahora es libre, quedará marcado siempre como ex convicto, lo que le llevará a ser rechazado por muchos y a no conseguir trabajo ni alojamiento. Un obispo se apiada de él y le da comida y alojamiento por una noche. Jean Valjean aprovecha la noche para robar toda la plata que puede y huir. Cuando es apresado por los guardias, el obispo afirma haberle regalado todo eso. Valjean decide entonces romper el salvoconducto que le identifica como ex convicto para comenzar una nueva vida. Sin embargo, siempre tendrá al inspector Javert (Russell Crowe) tras sus talones. El hilo conductor de Los Miserables es la relación entre Jean Valjean, que representa el pueblo, y Javert, que representa la Ley.

La película es un musical donde todos cantan y donde casi todo es cantado. Lo que quiero decir es que no es una película con escenas musicales que complementan partes dialogadas, sino que es casi una ópera en la que los personajes se expresan cantando. Otra de las particularidades de este musical es que las canciones están grabadas en directo, desterrando el playback, tan usual en el género. Al estar grabadas en  directo se da prioridad a la expresión de los sentimientos de los personajes antes que a la calidad del canto. Las canciones quedan mezcladas así con susurros, respiraciones y llanto, lo que da emoción e intensidad a las escenas. Los personajes están vivos.

Hay dos escenas especialmente espectaculares. Una es la del inicio, en la que miles de presos tratan de enderezar un barco. Otra es aquella en la que Fantine (Anne Hathaway) canta la muy emotiva I dreamed a dream. Fantine es una víctima de la maldad del hombre y de la injusticia de un sistema corrupto en el que siempre salen perdiendo los mismos (el tema no podría ser más actual).

Hay que destacar a Madame y Monsieur Thénardier, la pareja de posaderos y ladrones interpretados por Helena Bonham Carter y Sacha Baron Cohen. La pareja consigue aliviar un poco la tensión de tanto drama con un poco de humor. Ambos parece que se han escapado de Sweeney Todd, donde interpretaron a personajes no tan diferentes. Ella era la posadera que hizo crecer su negocio de empanadas gracias a la carne humana que le proporcionaba el barbero. Él era un barbero-curandero que trataba de engañar a la gente con productos que supuestamente tenían que curar la alopecia. Salvando las diferencias, tanto por estética como por su forma de actuar resulta irremediable que verlos nos traslade al Londres burtoniano.

Estamos ante una obra que nos habla de redención, superación, amor, ética, justicia y revolución. El abuso de primeros planos, que ha sido tan criticado, les da una cierta intimidad a los personajes, que nos ofrecen sus almas desgarradas a través de la voz y la mirada. Estos primeros planos, a mi entender, han sido usados para ofrecernos algo que el teatro no puede, y que es precisamente el detalle en la expresión de los actores.

El Hobbit: un viaje inesperado, de Peter Jackson

El Hobbit: Un viaje inesperadoUna de las películas más taquilleras de estas fiestas seguramente será El Hobbit: un viaje inesperado. Aunque pueda parecer mentira, hace ya casi una década del estreno de El retorno del rey, la última película de El Señor de los Anillos. Peter Jackson nos lleva de nuevo a la Tierra Media con una nueva saga, esta vez basada en El Hobbit, una precuela que nos cuenta cómo llegó el Anillo Único a manos de Bilbo Bolsón.

El film empieza justo antes de la fiesta de despedida de Bilbo (Martin Freeman) con la que comienza La Comunidad del Anillo. El mediano explica sus aventuras a Frodo a través de una carta donde escribe sus memorias. Y así es como nos desplazamos a 60 años antes, cuando Gandalf el Gris (Ian McKellen) convence a Bilbo para que emprenda un viaje junto a 13 enanos para recuperar el tesoro del reino de Erebor, que se encuentra bajo la custodia del dragón Smaug.

Hay muchos detalles que conectan la película con la trilogía anterior: el cameo de Frodo y la aparición de más personajes como Gandalf, Elron o Galadriel, la reiterada referencia a una oscuridad que algunos creen desaparecida pero que recupera poco a poco su espacio, ciertos paisajes como Rivendel o La Comarca y la atmósfera en general; todo es regreso en este film. Hay momentos que incluso rozan el autoplagio, como la escena en la que Bilbo descubre que el Anillo le hace invisible, que parece calcada de cuando Frodo hace lo propio: un tropiezo y, por arte de magia, el Anillo cae en el dedo, salvándolo de un peligro inminente.

La película está estirada como un chicle. Hacer 3 películas de un sólo libro es excesivo y se nota. Pero las partes exageradamente largas (como la llegada de los enanos a casa de Bilbo) son aderezadas con humor y alternadas con flashbacks explicativos llenos de acción. De este modo consiguen no ralentizar el ritmo y que la película no se haga pesada. En tres horas la película nos presenta a los personajes (aunque los 13 enanos son difíciles de recordar por separado y solamente destaca Thorin Escudo de Roble –Richard Armitage, quien se convierte en un nuevo Aragorn) y justifica a Bilbo en su posición de héroe, ya que únicamente Gandalf cree en él desde un principio.

El mejor momento del film es, sin duda, la aparición de Gollum y el juego de acertijos consiguiente. La escena, llena de tensión y comedia, hace que Bilbo conozca su propia valía.

El Hobbit es una historia que nos cuenta que incluso el más común de los mortales puede llegar a ser un héroe si se lo propone. En la película retrocedemos hasta 2003 para encontrarnos con personajes a los que echábamos de menos, batallas épicas, viajes interminables y lucha entre luz y oscuridad.

 

¡Feliz Navidad!

Frankenweenie, de Tim Burton

Éste está siendo un año especialmente activo para Tim Burton. Tras dirigir Sombras tenebrosas y producir Abraham Lincoln: cazador de vampiros, el cineasta nos trae Frankenweenie, una obra de animación basada en el corto homónimo de 25 minutos que hizo en 1984.
El corto original se grabó en blanco y negro y en acción real mientras trabajaba en Disney. El resultado fue considerado demasiado siniestro para el público infantil y la obra quedó arrinconada y Burton despedido. Tres décadas más tarde parece que Disney se lo ha pensado mejor y ha permitido al cineasta grabar un largometraje basado en aquel corto, esta vez en animación stop-motion.
La historia comienza igual que el corto: Víctor Frankenstein es un niño solitario y soñador que ama el mundo del cine y de la ciencia (Víctor no es otro que Burton de pequeño). Su mejor amigo es Sparky, quién hace de actor principal de sus películas grabadas en súper 8. El drama se desencadena cuando el perro es atropellado mientras persigue una pelota y Víctor,que no quiere tener que despedirse de su amigo, trata de resucitarlo mediante una tormenta eléctrica.

La película es un homenaje nostálgico al terror fantástico clásico de los años 30 y 40. En ella vemos múltiples referencias, la más obvia de ellas a la obra de Mary Shelley. Pero también encontramos referencias a Vincent Price, Boris Karloff, la momia, Godzilla, Van Helsing, etc. Todas las referencias que aparecen a lo largo del film tienen como eje vertebrador el amor de un niño hacia su perro y la dificultad para aceptar la pérdida. Este amor incondicional puede entenderse como una metáfora del amor de Tim Burton por un cine que veía de pequeño y que ya no existe.

Probablemente es por esta nostalgia por la que los monstruos que aparecen en el film son más entrañables que terroríficos. Es una película hecha desde la perspectiva de un niño crecido que intenta reencontrarse con la ilusión con la que vemos a Víctor mostrar su pequeña proyección amateur. En esta película, Burton ha intentado regresar a sus orígenes, recreando el argumento de su segundo corto mediante las técnicas y el estilo del primero, Vincent. Las figuras y los decorados están hecho con sumo cuidado, procurando darle al conjunto un aire retro que refuerza la nostalgia de la obra.

Por otro lado, el film también recuerda a las kid movies (películas protagonizadas por niños) de los 80 tan típicas del cine de Spielberg y de tantos otros y que habían sido homenajeadas no hace mucho en Super 8.

Frankenweenie es una película que trata sobre la nostalgia y el valor de la amistad; pero también nos habla de temas como la maldición de la codicia y la necesidad de amar nuestros proyectos para que salgan bien, del miedo al pensamiento distinto, de los peligros de la masa y del absurdo pensamiento maniequista. Una película sensible que deja un buen sabor de boca.

Entradas relacionadas:

Sombras tenebrosas, de Tim Burton https://laestanteriadenuria.wordpress.com/2012/06/04/sombras-tenebrosas-de-tim-burton/

Tim Burton por Tim Burton, de Mark Salisbury  https://laestanteriadenuria.wordpress.com/2012/05/07/tim-burton-por-tim-burton-de-mark-salisbury-ed/

Super 8, de J.J. Abrams y Steven Spielberg https://laestanteriadenuria.wordpress.com/2011/08/31/super-8-de-j-j-abrams-y-steven-spielberg/

Looper, de Rian Johnson

El tema de los viajes en el tiempo es uno de los más recurrentes en el género de ciencia-ficción. El ejemplo clásico es Regreso al futuro, aunque el género también cuenta con obras cómo El efecto mariposa El planeta de los simios. Miles de películas, series y libros han usado el recurso de los viajes temporales para reunir a personajes de diferentes épocas, observar las posibles reacciones de éstos o ver las consecuencias de cambiar hechos ocurridos en el pasado.

Looper es el último título que aborda esta temática. En el año 2074 se inventa la máquina del tiempo, que inmediatamente es prohibida. No obstante, la mafia la usa para deshacerse de gente molesta enviándolos atados y con la cabeza tapada al pasado, concretamente 30 años atrás, donde un looper, un asesino a sueldo, le espera para terminar con su vida. Con el fin de atar cabos sueltos, cuando deciden prescindir de uno de los asesinos lo envían a él mismo para que sea eliminado por sí mismo, cerrando así el bucle. El asesino queda retirado sabiendo que le quedan 30 años por delante y una compensación económica suficiente para vivirlos holgadamente. Así, Rian Johnson, director y guionísta, une el cine de ciencia-ficción con el cine negro, con ciertos toques de western.

El protagonista de la película es Joe, interpretado por Gordon-Levitt, quien no consigue matar a su yo del futuro (Bruce Willis), quién está preparado para huir al no encontrarse atado. El film se convierte entonces en un encuentro entre dos edades de un mismo personaje, que adoptan los papeles de cazador y de presa.

Como en muchos otros films de ciencia-ficción, en Looper se esconde una crítica a la sociedad, pues nos muestra una distopía futura muy factible, en la que la mayoría de la población vive en la miseria más absoluta mientras que los ricos son muy ricos. La ciudad aparece gris y decadente.

Por otro lado, los loopers casi pueden identificarse con los yuppies de Wall Street por su codicia y su falta de conciencia por las consecuencias de sus propios actos, puesto que prefieren apostar por las ganancias a corto plazo. En la película vemos como el Joe de ahora no tiene ninguna consideración por su yo del futuro, aún sabiendo que lo que le ocurra, le ocurrirá también a él. El Joe joven sólo ve en su versión más vieja un impedimento para conseguir sus planes más inmediatos. A su vez, el Joe del futuro no puede ni quiere entender las necesidades del Joe del pasado, al que califica de necio.

La película es un relato interesante, una reflexión sobre temas como el destino, las relaciones interpersonales y la capacidad de evolución de las personas. Es interesante ver cómo se trata el tema de la memoria, que es tan frágil que cuando el futuro Joe viaja al pasado olvida ciertas cosas y sólo las recuerda a medida que van escurriéndole al Joe joven, puesto que al viajar al pasado, la vida del Joe viejo entra en suspensión por los cambios que pueda sufrir. Por otro lado también es curioso como el Joe joven trata de entender lo que pasó para enfrentarse a lo que pasará y así intentar prever las consecuencias de sus actos.

Looper es más que una simple película de acción, es una propuesta inteligente, hecha con menos presupuesto del habitual en producciones de este tipo, pero con talento suficiente como para que esto no sea un gran impedimento.

A Roma con amor, de Woody Allen

Cuatro historias independientes con un solo nexo en común: Roma. La ciudad eterna es la protagonista principal de la última película de Woody Allen, A Roma con amor. La belleza de la capital italiana queda perfectamente retratada en esta película como si fuera una postal publicitaria, como ya ha hecho anteriormente con Londres, Barcelona y París. Las cuatro historias no llegan a cruzarse en ningún momento de la película, como se podría esperar en un principio, lo cual dota al film de un cierto desorden que liga a la perfección con la caótica ciudad de Roma.

La película arranca con la conocidísima canción Nel blu dipinto di blu (Volare). Un guardia de tráfico nos da la bienvenida a la ciudad precisamente en medio del caos (fuera de cámara se produce un accidente al que ni siquiera presta atención), tras ello se inicia el relato de las cuatro historias. En la primera, un matrimonio americano (Woody Allen y Judy Davis) viaja a Roma para conocer a sus futuros yerno y consuegros. En la segunda, un ciudadano de a pie con una vida absolutamente normal y aburrida (Roberto Benigni) se hace famoso sin motivo de la noche a la mañana. En la tercera, un arquitecto de California (Alec Baldwin) que está de visita en Roma conoce a un estudiante de arquitectura (Jesse Eisenberg) que vive donde él solía hacerlo hace tiempo. En la cuarta, una pareja de recién casados (Alessandro Tiberi y Alessandra Mastronardi) viven por separado encuentros románticos en la capital italiana, donde iban a conocer a la conservadora familia del chico.

Hay un cierto desequilibrio en la obra, en la que unos personajes son mejor tratados que otros y unas historias están más mimadas que otras. El mejor personaje sin duda es el que interpreta Woody Allen: las mejores situaciones vienen por su lado. Su personaje es un director de ópera retirado que se empeña a llevar a los escenarios a su consuegro (el tenor Fabio Armiliato), quién sólo canta bien en la ducha. Del resto casi se podría decir que sólo acompaña.

En la película se mezcla de una forma interesante el costumbrismo de las escenas con el surrealismo propio de Woody Allen dando como resultado un conjunto hilarante. Las situaciones sin sentido se suceden unas a otras: el director de ópera hace subir al escenario al cantante dentro de un plato de ducha donde actúa rodeado de otros cantantes y bailarines mientras se ducha, la prostituta (Penélope Cruz) que se hace pasar por la mujer del recién casado delante de su conservadora familia, el ciudadano que huye de los periodistas que quieren saber hasta el detalle más insignificante de su vida, el veterano arquitecto parece en ocasiones un fantasma que aparece y desaparece de la escena y habla sin que ciertos personajes lo escuchen, etc. El problema algunas veces es que estas gracias se alargan hasta perder la gracia por su repetición. No obstante la película resulta divertida o, por lo menos, simpática en su conjunto y tiene el suficiente ingenio para sacarle al espectador una gran sonrisa.

Ted, de Seth MacFarlane

Era cuestión de tiempo que Seth MacFarlane, creador de las exitosas series Padre de familia, American Dad y El Show de Cleveland, diera el salto a la gran pantalla. Y, sorprendentemente, no lo ha hecho con un film de animación, sino con una película de actores reales en la que el único personaje de animación es el osito de peluche que da nombre al film: Ted.

MacFarlane (productor, director, guionista y doblador) ha llevado todo su humor crudo e inapropiado  a la historia de Ted, un oso de peluche que cobra vida por arte de magia cuando un niño pide un deseo a una estrella. La historia empieza casi como si se tratara de una fábula de Disney, que contrasta con la realidad cuando el osito y el niño crecen. Ted se convierte en una celebridad olvidada, desempleado, cínico, malhablado, fumador de marihuana y hachís y vividor problemático (me recuerda a Bender, el robot de Futurama). John (Mark Wahlberg), quien parece que no se da cuenta de que no tiene la excusa de ser un peluche para poder permitirse este estilo de vida, ha logrado muy poco en la vida, por lo que su novia, Lori (Mila Kunis), le da un ultimátum: “o él o yo”.

El resultado es una película a medio camino entre una comedia de desastres adultos al estilo de Resacón en las Vegas y una comedia romántica típicamente edulcorada. Pero tiene algunos detalles que la hacen especial. La película está llena de comentarios y guiños que homenajean y se burlan a partes iguales de la cultura pop de nuestra actualidad y de los ochenta. No es una película apta para aquellos que se ofenden con facilidad ni para niños (por mucho que el protagonista sea un peluche, su actitud no es nada infantil). La película está bien conseguida y el oso de peluche parlante resulta creíble. Aunque no es una película especialmente memorable, entretiene, distrae y transmite un sinfín de emociones.

Sombras tenebrosas, de Tim Burton

Cada vez que voy a ver una peli de Tim Burton salgo pensando que no podría hacerla nadie más. Su último largometraje no es una excepción: en Sombras tenebrosas se encuentran todos los guiños, caprichos y ambientaciones propios de Tim Burton (mansión encantada, personajes singulares, una persona fuera de su mundo, el amor inalcanzable, etc.). El cineasta ha hecho lo que le gusta y se nota que se lo ha pasado muy bien. Tim Burton, pese a sus últimos baches, sigue siendo uno de los directores más célebres y uno de los pocos capaz de arrastrar a la gente al cine sólo con su nombre.

La película se basa en una serie televisiva de los 60 que tuvo bastante éxito. Nos encontramos ante una maldición lanzada a la familia Collins siglos atrás. La idea de adaptar la serie al cine fue de Johnny Deep, quien se hizo con los derechos de la serie. El castigado es Barnabas Collins y el verdugo es la bruja Angeline Bouchard, que en un ataque de celos mata a sus padres y su amada y lo convierte en vampiro para que sufra eternamente enterrado en un ataúd. En 1974, Barnabas despierta y trata de levantar de nuevo el imperio familiar (una especia de familia Adams en una mansión que se encuentra entre la opulencia y la decadencia) y vengarse de la bruja.

Sombras tenebrosas es una historia entretenida, de poca profundidad (buscada), sin grandes pretensiones. Johnny Depp (qué raras son las películas de Burton en las que no aparece) queda genial en el papel de vampiro y se mueve con facilidad entre el tono más gótico y el más humorístico. Su personaje se hace cercano a pesar de lo extraño que es. Por otro lado, Eva Green, la malvada bruja, perturbadora, sexy y salvaje, arrasa con cada una de sus apariciones, por lo que no es extraño que las mejores escenas de la película sea las que ambos comparten. Aunque ellos son las estrellas, Burton ha reunido un interesante grupo de actores. Destacan los nombres de Michelle Pfeiffer (preciosa sin intentar disimular la edad, un punto a favor), Helena Bonham Carter (cómo no), Jackie Earle Haley, Chloë Grace Moretz, Jonny Lee Miller y Christopher Lee. Además incluye un cameo de Alice Cooper.

La película está bien pero no es de las mejores. Si alguien espera encontrarse con un gran film saldrá decepcionado, pero dudo que los carteles y el tráiler hayan generado grandes expectativas. Da la sensación que se le podría haber sacado mucho más jugo a los personajes. A favor hay que decir que en lo artístico no hay tara alguna y que el característico humor que acompaña las escenas es usado con inteligencia y no la convierte en comedia o parodia, sino que rompe con la gravedad.

A finales de año, octubre si no recuerdo mal, se estrenará Frankenweenie, la adaptación al largometraje de su corto de título homónimo, gravada con la técnica que tanto gusta a Burton, el stop-motion. Tengo muchas esperanzas puestas en ella. Veremos qué tal.

 

 

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